El deterioro, decaimiento y antigüedad es algo que siempre me ha gustado de las casas, edificios, calles, árboles y objetos en general. Es una fascinación que proviene de mi percepción particular del tiempo y la importancia de su paso.
Básicamente, el deterioro es equivalente a la vejez. Es un signo del paso de tiempo, una marca, un sello. Para mí, el deterioro, es el signo de la vida que ha tenido un objeto. Y junto con esto, va ligado un sentimiento de nostalgia y algo de tristeza. Me gusta fotografiar estos objetos porque son símbolos del abandono y el paso del tiempo. Y esto implica una de dos cosas: la insignificancia del objeto para el dueño o la falta de recursos económicos para reparar. Ambas cosas conllevan emociones. Y mi intento fotográfico es darle vida a esas emociones.
Además, el paso del tiempo quedamarcado en los objetos y dado que le doy una suprema importancia y valor a este paso, busco fijar en una fotografía la situación actual del objeto en cuestión.
Porque ocasionalmente pasa que estos mismos objetos son destruídos o arreglados. Y con esto se pierde la marca principal de vida. Se trata de una valoración casi animística: tienen alma y tienen vida, por tanto vejez.
Las casas y edificioes tienen alma y vida. Nacen, maduran, envejecen y mueren. Mi labor es fijar con una fotografía la fase en la que se encuentran.
Es innegable que el simbolismo de una tumba abandonada es potente. Implica abandono, desdén, muerte y emociones relacionadas. Si no ¿por qué una tumba es abandonada? ¿Los que querían a esa persona murieron también? ¿O no les interesa? ¿Qué implica? Poderosas preguntas que implican inquietantes respuestas. Menos potente pero igual de interesante es una casa abandonada.
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